lunes, 27 de abril de 2020

PRIMERA ACTIVIDAD TEMA 4



LA CONVIVENCIA MÁS ALLÁ DE LOS CONFLICTOS

Personalmente considero que a día de hoy pocos son los centros educativos que no abordan la convivencia escolar dentro de su proyecto educativo. Sin embargo, el enfoque que muchos aún planean de una buena convivencia es un sinónimo de “no conflictos” donde las medidas se centran exclusivamente en la conducta, en el comportamiento de los alumnos, en buscar que sean disciplinados y sepan comportase y que a raíz de ello esperen que un alumno con estas características no agreda, cometa acoso, lo denuncie en caso de presenciarlo, etc.
En mi opinión el enfoque principal que debemos perseguir y trasmitir en el aula y el centro parte de una base mucho más humana y completa, donde también se ve involucrada la conducta pero no es el eje principal. Contemplar a los alumnos en todas sus áreas que los conforman como personas y seres humanos permite atender mejor las necesidades, sucesos o personas implicadas entre las cuales buscamos la convivencia.
Parece que cada vez esta más claro que el currículo oficial y sus contenidos se deben abordar de forma interdisciplinar y transversal, que pretender un aprendizaje fraccionado por asignaturas no se corresponde con la forma natural de aprender que apunta hacia una integración más global de los contenidos; ¿no es coherente entonces comprender que la convivencia escolar tampoco la podemos segmentar y entender como casos aislados de una conducta que simplemente requiere corrección?, que no viene precedida por nada más que la premisa de que el alumno sea un “maleducado”, o “nervioso” y no pueda controlar sus impulsos, o “una bala perdida”, o tantas otras etiquetas que dan a entender que no hay nada que hacer, que simplemente es así. O si hablamos de un caso de acoso también podemos encontrar estigmas hacia la víctima como “es débil”, “no sabe defenderse”, negaciones de los hechos “no es para tanto”, etc.
De esta forma estamos negando el problema y sobre todo proyectamos que no hay solución. Si partimos de ese hecho no tiene sentido plantearse el trabajo de la convivencia ya que todo se reduce a que hay alumnos que “son así” y no pueden cambiar y que la única intervención posible es el castigo ante conductas que consideren inapropiadas. Por supuesto dejamos de lado la prevención o el trabajo para la cohesión de grupo, o el personal en relación con el desarrollo de habilidades sociales, de comunicación, trabajo de la autoestima, etc.
Este es un enfoque derivado de un legado más tradicional de la educación donde debido al contexto de la época se trabajaba bajo estos principios de autoridad y disciplina. Es imprescindible comprender que el contexto actual es diferente y debemos adaptarnos al mismo. Esto no quiere decir que debamos romper con toda la herencia de modelos educativos pasados pero sí implica atender las necesidades del perfil concreto que conforma nuestro centro escolar que se verá influenciado por diversos agentes concretos que no debemos obviar.
Debemos por lo tanto contemplar que dentro del aula, del centro y fuera de ella todos interactuamos y nos relacionamos de manera continua y que es importante dedicar tiempo a atender este suceso para lograr una mejor convivencia. No existe una manera correcta de trabajar la convivencia porque como se ha mencionado previamente cada centro escolar es diferente. No hablaremos del mismo contexto, de los mismos recursos, de los mismos valores, de las necesidades y características de las familias que lo integran…
Por ello es necesario plantear y definir el PEC junto con el documento que recoge el plan de convivencia, el plan de acción tutorial o el plan de atención a la diversidad donde cada centro pueda definir sus características, cómo son, qué valores tienen, qué objetivos, cuál es su proyecto educativo, etc todo ello debería implicar el previo estudio del contexto en el que el centro se encuentra, la ubicación, el nivel socioeconómico de las familias de la zona, el nivel cultural, los recursos e instituciones cercanas, etc. De esta forma se buscaría crear un proyecto educativo que se ajustase a todos sus integrantes y participantes.
De este modo ya comienza a dibujarse un primer boceto para abordar la convivencia según el centro. Poco a poco deberá ir ajustándose a las necesidades que vayan apareciendo, involucrando así a las familias, los alumnos, el personal, o la comunidad y dando respuestas pertinentes a las mismas para lograr una mejor convivencia.
Aterrizando sobre un espacio más concreto como es la convivencia de un grupo clase considero que se debe seguir el mismo proceso, partiendo de conocer cuál es el perfil con el que trabajamos, cómo son nuestros alumnos, conocer su historia sus características como grupo e individuales, cómo son sus familias, qué profesores o personal vamos a trabajar con ellos, qué necesidades tienen, qué inquietudes… y seguidamente estudiar qué necesidades en esta área de convivencia encontramos y cómo podemos solucionarlas, abordarlas, mejorarlas, etc.
En este caso considero que es aún más importante dar voz a todos estos miembros, y generar un sentimiento de implicación donde los alumnos se vean representados y apelados como miembros partícipes y activos y les invite a involucrarse en el proyecto o medidas que planteemos en el aula.
De nuevo hacer énfasis en la importancia que tiene no entender la convivencia como el sinónimo de “no conflictos” sino trascender más allá de las conductas negativas que se solventan con una reprimenda para prevenir, para en el caso de actuar hacer una intervención adecuada y completa, y para cubrir todas las áreas más allá de la conductual implicadas en la convivencia.
Considero que es imprescindible tener la convivencia siempre presente en cualquier momento y aspecto de la rutina escolar pero también hace falta dedicar un tiempo y espacio concretos a trabajar en este campo ofreciendo recursos de diversa índole para los alumnos. También debemos trabajar desde la esfera más pequeña en la que el alumno aprenda a conocerse a sí mismo hasta la más grande donde damos voz a otra institución o comunidad implicada mediante un proyecto de APS, por ejemplo, y extrapolando la convivencia como algo que acontece también fuera del centro escolar.
Concluir volviendo a la idea del principio del texto donde se menciona que estamos constantemente relacionándonos entre nosotros y por tanto conviviendo. Esto merece darle a la convivencia la importancia que merece y contemplarla en su globalidad y no de manera segmentada asociándola a la conducta “buena” o “mala” que solo implica a los alumnos. Apostar por una buena convivencia en un centro escolar que esté en continua revisión y mejora es apostar por una educación integral y de calidad para el alumno y querer contribuir a mejorar la sociedad.

Es fundamental trabajar con la comunidad educativa y no solo el ...

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